viernes, 25 de septiembre de 2015

Foedus

Foedus, Pacto. De ahí se derivan los términos federal, federalismo. Un pacto sería lo contrario a imposición y por tanto requeriría la condición de iguales entre los celebrantes y aludiría, al menos tácitamente, a una cierta base contractual de derechos y obligaciones.

Aunque este contrato resultase una ficción necesaria de naturaleza jurídico-política.

Pero el caso es que federalismo deviene en una tejné opuesta en muchas ocasiones a lo anteriormente expresado.

El federalismo se emplea como elemento de sujeción de voluntades díscolas o dispersas, como elemento de suma, reductor de veleidades o aspiraciones soberanistas. El federalismo sirve para conjurar el soberanismo: te federas o te federamos, por las buenas o por las malas.

Ilustración histórica de una lucha armada de esto último la encontramos en la guerra civil norteamericana  entre federales y confederados, en la que como es sabido triunfaron los primeros.

Los escritos teóricos de Hamilton, Jay y otros expresan en este caso lo que se entiende por federalismo: esencialmente una relación de competencias y su distribución, aparejadas las técnicas correspondientes, entre la Federación y los Entes federados, resultando materias sensibles las fiscales y las relaciones exteriores o internacionales.

Debe quedar claro, para resumir, que el federalismo del que estamos hablando se enfrenta al derecho de Autodeterminación, reservado, restringido o tasado a situaciones coloniales y poco más.

No tengo claro si, en el momento presente español, el federalismo sea algo otro que un nominalismo en el que nos enredemos para poca cosa y no resolver nada, aunque lo adjetiven en multiplicación aparente y le preparen muchas salsas.

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