Reemprendiendo la marcha de aquellos años sesenta y cinco y pico, que nombraba asociados a mi infancia y preadolescencia, nos encontramos con un espacio emblemático ya desaparecido. Donde hoy se levanta el hotel Bahía estaba el Mercado da Laxe, pero más comúnmente la gente le decía La Plaza. Allí acudíamos los Domingos por la mañana a tomar las ostras al puesto de Cambeiro, próximo al despacho de Panificadora que regentaba mi abuela paterna. La Plaza da Laxe era un lugar de gran animación y concurrencia. Entre sus vendedoras recuerdo a aquellas cangueiras que descendían del barco con sus cestas hortelanas y de las que me llamaban mucho la atención las gallinas y conejos vivos que pugnaban por escapar de su cautiverio, tal vez barruntándose la cercanía de su último destino. Destino fatal que compartió la mismísima Plaza cuando fue demolida y sustituida por lo que a mí me pareció una enorme caja de mixtos alicatada, el Hotel Bahía. Vigo continuaba su carrera suicida.
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