En el damero electoral de las autonómicas en serie del pasado 24 de Mayo, destacaría dos reflexiones inmediatas y perentorias.
La primera, el hecho claro de la mayor fragmentación de la representación, con la irrupción de las llamadas fuerzas emergentes u oportunistas, según quien las nombre y el plus de inestabilidad que conlleva.
La segunda, el hecho notorio de que no se ha producido el sorpasso, en el eje de la izquierda, de Podemos sobre el PSOE, ni en el eje de la derecha de Ciudadanos sobre el PP.
Por tanto, el desfonde del bipartidismo o bien su reemplazo por los emergentes se quedó en mera especulación o expectativa incumplida.
Ello comporta que la centralidad para la reconstrucción de la izquierda corresponde al PSOE y no a Podemos.
A modo de cola o añadido, subrayar que estas autonómicas muestran un diagnóstico parcial o incompleto y además de alta significación, en tanto que aquellas autonomías denominadas históricas o nacionalidades no celebraron elecciones ni las celebrarán simultáneamente.
Por tanto nos queda por conocer cómo intereactuaran los emergentes en un escenario de competencia electoral con fuerzas nacionalistas y del espacio que ellos denominan bipartito. Y a mayores su comportamiento postelectoral.
Restan, por tanto, incógnitas a despejar que ayuden a la resolución de la composición del mapa cuasi federal formal y su sistema de partidos.
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