Más allá de tentativas de explicar la desafección catalana por elementos episódicos o coyunturales, dígase los traspiés de recurrir el Estatut del 2006 o la mismísima recesión económica, lo que subyace y tiene potencia explicativa es la crisis agravada de la idea del Estado-Nación.
Influyen en ello elementos de oportunidad y así en el caso catalán, pero lo que tiene relevancia es que la inserción del Estado-Nación Español en una estructura confederal-Unión Europea-necesariamente habría de desnacionalizar el Estado, al tiempo que provocar cuando menos la reclamación de igual status para subunidades del propio Estado, las denominadas en la CE del 78, nacionalidades frente a regiones.
Aunque lo más coherente ante el proyecto de la UE, aunque esta no lo admita, sería la integración sin mediadores de aquellas subunidades estatales con base nacional cuya voluntad fuera patentizada en las urnas.
Este es el caso de Catalunya y la negativa del Estado el preludio probable de una disolución por consunción de un nacionalismo español sin otros contornos que su beligerancia con las aspiraciones de las llamadas nacionalidades periféricas.
Un nacionalismo hegemónico sin proyecto nacional. Una paradoja.